Dióscoro Galindo González fue el maestro republicano fusilado con Lorca y esposado al poeta.
Era un 'maestro humanista y solidario' que enseñaba por la noche a escribir a los jornaleros que trabajaban de día. Maestro de la escuela republicana, defendió toda su vida la educación pública y laica.
Nació en Ciguñuela, cerca de Valladolid, el 12 de diciembre de 1877. Hijo de Clemente y Marcelina, sus padres consiguieron mandarlo a estudiar a Madrid, ya que nació en una familia acomodada. Una tragedia lo marcó para siempre. Al descender de un tranvía sufrió un accidente que obligó a amputarle una pierna. La capa que llevaba se enganchó en el tren y su pierna izquierda quedó atrapada en los raíles pasándole el último vagón por encima. Tuvo que abandonar la carrera que había empezado, Veterinaria, y regresar a Valladolid donde hizo Magisterio.
Cuando el golpe fascista del 18 de julio de 1936, dos días después en Granada, Dióscoro Galindo es acusado por los falangistas de 'maestro rojo y ateo' y de inculcar en sus alumnos esas ideas. Denunciado por el secretario del Ayuntamiento de Pulianas, es detenido en su casa y 'arrastrado' hasta un camión con la excusa falsa de un interrogatorio.
Poco después se encuentra en el Gobierno Civil con García Lorca desde donde ambos subidos a un Lincoln, fueron objeto del típico y horrible 'paseo' por el centro de Granada.
Fueron llevados a una antigua residencia para huérfanos de Víznar transformada en cárcel de urgencia, para terminan el tétrico 'paseo' en un coche con final en un paraje cercano a Alfacar.
La «musa» preferida de Julio Romero de Torres (1874-1930) era María Teresa López, que en 1929, a sus 14 años, se convirtió en la imagen de la obra maestra del pintor: «La chiquita piconera», la última obra del artista.
El pintor de «la musa gitana», de la «Chiquita Piconera», vivía en esa época en Madrid, pero pasaba temporadas en su Córdoba natal. Allí, nacieron algunas de las grandes obras del pintor y de allí serían sus grandes musas, aunque ellas no serían tan famosas como sus rostros y poses.
Buscando una nueva modelo, Julio Romero da con una jovencísima Teresa, y queda prendado de su rostro juvenil y de sus rasgos, donde creyó ver el prototipo de la mujer cordobesa. Se inicia una relación laboral entre ambos. La joven Teresapasa a ser una de sus grandes musas, pintándola durante diez años en infinidad de cuadros que darían la vuelta al mundo. Entre estos, se encuentran los famosos cuadros de la «Fuensanta» o «la Chiquita Piconera», el último que pintaría Julio Romero con ella como modelo, antes de morir en 1930.
Con su muerte, su producción artística desaparece, pero no la rentabilidad de sus cuadros, que continúan apareciendo en multitud de imágenes publicitarias y la imagen de la Córdoba en la posguerra en varias ocasiones. Tanta es la popularidad que en 1953, la «Fuensanta» se imprime en los billetes de 100 pesetas y empieza a circular por todo el mundo.
¿Qué pasó con María Teresa?
Al mismo tiempo que la fama del pintor subía como la espuma, la de la joven caía en picado. Julio Romero tenía fama de seductor y de haber tenido como amantes a sus modelos. Siempre mantuvo en vida que su relación con el pintor fue cordial, sin más intercambios de palabras que aquellas referidas a su posición mientras la retrataba. María Teresa siempre negó que hubiera tenido un romance con el pintor.
En la Córdoba de los años 20, comienza a circular el rumor de que la joven se había convertido en la amante del pintor, viviendo un romance ilícito a ojos de la población de la época, que la condenaría. Decían cosas horribles sobre ella, sobre su vida y sus deseos, hasta tal punto de que tuvo que marchar y desaparecer. Teresa afirmaba que esta época de su vida sería de las peores, por todo el daño que le habían causado esos rumores y habladurías.
El cuadro de la «Fuensanta», donde María Teresa posa con solo 13 años, alcanzó un coste en el mercado de 1,2 millones de euros en 2007. Al cabo de mucho tiempo anclada en el olvido por la gran mayoría, la protagonista del cuadro fue homenajeada en el año 2000 en su tierra. Después de esto, con casi noventa años, La «Chiquita Piconera» estuvo viviendo en una residencia de ancianos, en Palma del Río, donde falleció sola y pobre el 26 de mayo de 2003.
«La chiquita piconera», era Doña María Teresa López González, nacida en Buenos Aires, hija de una familia cordobesa que emigró a Argentina. A la edad de 7 años, regresa junto con su familia a Córdoba. Deciden instalarse en el barrio de San Pedro, cerca de la residencia del pintor, la cual estaba situada en la Plaza del Potro.
Julio Romero de Torres era amigo de la familia de María Teresa y ambos se conocen con la intermediación de la 'mandadera' de la familia de María Teresa, que organiza el encuentro ya que el artista había manifestado cierto interés por ella. María Teresa comienza a posar como modelo la tarde siguiente a este encuentro, cobrando tres pesetas por sesión. Los cuartos que le daba por posar venían muy bien para tapar algunos agujeros en la economía familiar.
Según dijo ella, 'Ese y no otro era por mi parte el motivo que me llevaba a posar'. Con agrado, también especificó que la familia del maestro la quería mucho, sobre todo la esposa de él, que la veía como la niña que era. Lo que indignó siempre a María Teresa López fueron las críticas y las coplas que basadas en mentiras circularon sobre ella. Lo único que de toda esta historia, dijo, le hacía mucha gracia era cuando alguien se le acercaba con un billete de cien pesetas para que se lo firmara.
Siempre existieron rumores acerca de que modelo y pintor pudieran tener una relación más allá de lo profesional. Ella admitió que el pintor intentó seducirla pero que no ocurrió nada más. Los rumores marcaron la vida de María Teresa. Estuvo casada, pero este matrimonio solo duró dos años. Tras esto no volvió a tener una relación estable, aseguraba que los hombres se le acercaban sólo por la fama que adquirió junto a Julio Romero.
La paloma de la paz de Picasso fue un encargo al pintor malagueño para el I Congreso Mundial por la Paz, que tuvo lugar en París en 1949.
La imagen fue un éxito rotundo y se convirtió en un emblema para las ediciones posteriores y en un símbolo de paz, libertad e igualdad en todo el mundo.
Se trata de una litografía de una paloma blanca sobre un fondo negro, en la que destacan los tonos suaves con los que el pintor malagueño logra recrear el plumaje del ave. Fernand Mourlot, dueño de uno de los más grandes talleres de grabado y litografía de París, dijo de la obra que era «una de las litografías más bellas jamás conseguidas».
El éxito del póster fue tal que Picasso fue invitado a realizar variaciones del dibujo de la paloma para ediciones posteriores de los Congresos Mundiales por la Paz. Para estas variaciones, optó por líneas gráficas más sencillas.
La paloma es toda una seña de identidad de la obra de Picasso. Para el artista, representa la unión con su padre y los recuerdos de Málaga , su ciudad natal. Su padre (pintor y profesor de arte) fue quien le enseñó a pintar, y sus primeros dibujos fueron, precisamente, de palomas, ya que tenían varias en casa.
Las palomas siguieron acompañándolo a lo largo de su vida, ya que eran habituales en sus estudios y casas. De hecho, la víspera del I Congreso Mundial por la Paz de París, el pintor fue padre de una niña a la que decidió llamar Paloma.
Desde 1945 hasta su muerte, Picasso participó en varias ediciones benéficas para las que llevó a cabo pósters, láminas, dibujos e incluso insignias con sus famosas palomas de la paz.
Margarita Xirgu nació el 18 de julio de 1888 en la localidad catalana de Molins de Rei. La familia se trasladó a Barcelona cuando Margarita tenía 8 años, después de haber pasado un tiempo en Gerona.
La joven Margarita acompañaba a menudo a su padre al Ateneo del distrito V de Barcelona del que era miembro. Pronto empezó a participar como actriz aficionada y combinó su afición con la obligación de trabajar en un taller de pasamanería, trabajo que empezó en 1900, cuando aun era una niña de poco más de 12 años.
Después de varias interpretaciones como aficionada en distintos teatros de Barcelona, su gran oportunidad llegó de la mano del escritor catalán Àngel Guimerà y su obra «Mar y cel» (Mar y cielo). Su debut en 1906 en el teatro Romea de Barcelona, interpretando a Blanca, fue un éxito y el inicio de una carrera imparable.
Un año después moría su padre y Margarita se hacía cargo de su madre y su hermano menor. Desde entonces no paró de trabajar llegando incluso a protagonizar escenas escandalosas como su interpretación de «Salomé», de Oscar Wilde, en la que hizo la danza de los siete velos y le valió el despido automático del Teatro Principal donde se representaba la obra.
Aquel hecho no amedrentó a una Margarita casada poco después, el 22 de septiembre de 1910, con su primer marido, Josep Arnall, y convertida al año siguiente en empresaria, tras fundar su propia compañía teatral.
En 1914, después de realizar la que sería su primera gira por América, Margarita Xirgu se instaló en Madrid. Tras estrenarse en la escena castellana con el «Patio azul» de Santiago Rusiñol, la actriz catalana vivió unos años de grandes éxitos interpretando textos de Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Ramón del Valle-Inclán o Unamuno, quien escribió para ella una versión de «Medea».
Durante el verano de 1926 Margarita Xirgu conoció al poeta Federico García Lorca. Desde el primer momento nació entre ellos una profunda amistad y un sentimiento de admiración mutuos. Tanto impresionó Margarita a Lorca que casi todas sus obras fueron estrenadas por ella.
La relación profesional de Margarita y Lorca terminó el año 1936 cuando la actriz se embarcó en su cuarto y último viaje a América. A pesar de que Lorca tenía intención de marchar con ella, en el último momento decidió permanecer en España. Margarita no volvió nunca a España. Lorca era fusilado en agosto de aquel mismo año, pocos días después del estallido de la Guerra Civil. Conmocionada por la muerte de su gran amigo, Margarita realizaría varios homenajes a Lorca desde le otro lado del Atlántico.
Años después, en 1945, la actriz estrenaría en el Teatro Avenida de Buenos Aires la obra póstuma de Lorca, «La casa de Bernarda Alba» , obra escrita para ella.
El 25 de abril de 1969, a los 80 años de edad, se apagaba la vida de una de las actrices más prolija de la escena teatral española de todos los tiempos.
En 1988, la Generalitat de Cataluña repatrió sus restos que actualmente descansan en Molins de Rei, su ciudad natal.
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«Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía».
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_Agustín García Calvo_
(Arte: Vicente Romero Redondo)
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«Toda vida humana tiene sus estaciones, y no hay caos interior que dure indefinidamente. El invierno no dura siempre. También existen el verano y la primavera, y aunque a veces, cuando las ramas siguen oscuras y la tierra se resquebraja con el hielo, llega uno a pensar que nunca van a llegar, esa primavera y ese verano llegan, llegan siempre.»
Mi padre era un hombre admirable. No era un hombre perfecto, lo sé .Tenía muchos defectos y también muchas virtudes. De adolescente rebelde, recuerdo que me parecía demasiado estricto, exigente; sin embargo, mucho más tarde, cuando me hice mayor y sobre todo cuando fui madre, supe que sólo quería lo mejor para mí y para mis hermanas. ·Entonces entendí muchas cosas.
Siempre he creído que transmitimos a nuestros hijos e hijas los modelos familiares en los que hemos vivido. Agradezco a mi padre y a mi madre los valores que me inculcaron, valores que también he intentado transmitir a mi hija.
Él era un padre siempre «presente». A pesar de no ser excesivamente protector, él siempre «estaba». Supo renunciar tal vez a una vida más cómoda para dejarnos la mejor de las herencias. No, no hablo de bienes materiales, que de esos siempre anduvimos escasos, hablo de cosas mucho más importantes.
«Las niñas tienen que estudiar», decía… Algo raro en unos tiempos en los que la mayoría de los padres preferían a las hijas al cuidado de la casa. Recuerdo al padre de una de mis amigas al que yo con estupor escuchaba decir que no estaba bien que una mujer supiera más que un hombre. Agradezco a la vida haberme dado un padre como el mío.
Su amor por la música (aún conservo vinilos antiguos que le pertenecieron), lo inteligente que era, su valentía a la hora de enfrentarse a las adversidades, su memoria, los cuadernos que escribía con sus recuerdos e historias, la habilidad que tenía para relacionarse con la gente, su generosidad con los demás…
De él aprendí lo importante que es la lealtad a la familia. Hoy mis hermanas y yo estamos absolutamente unidas. Somos hermanas y amigas. Siempre agradecida, papá.
En la última etapa de su vida, entendió y asimiló que la vejez era algo natural. Fue aceptando el paso de los años y el deterioro físico con paciencia, con resignación .Nunca se quejó por ello. Admirable esa capacidad suya.
¡Cuántos recuerdos, papá! ¡Cuánto tengo que agradecerle!
«Doctor Zhivago» es de esas grandes películas. Basada en la novela de BorísPasternak (Premio Nobel de Literatura en 1958). Producida por Carlo Ponti y dirigida por David Lean.
Su banda sonora , creación de Maurice Jarre, es de las más espectaculares de la historia del cine. Omar Sharif y Julie Christie dan vida a los dos personajes protagonistas de esta historia de amor, que además cuenta con Geraldine Chaplin, Alec Guinness o Rod Steiger,
Ambientada en la Rusia de 1917, fue rodada en 1965 casi íntegramente en España: Los campos de Soria fueron los elegidos para la mayor parte del rodaje porque eran los que más se parecían a las heladas estepas siberianas y la nieve, según los meteorólogos consultados, estaba allí garantizada. Sin embargo, aquel invierno casi no nevó y el director artístico tuvo que hacer verdaderas maravillas con cristales, polvo de mármol y escayola para cubrir de blanco los secos campos sorianos.
En los alrededores de Madrid se construyó un decorado que representaba una de las calles principales de Moscú, en la cual transcurre la secuencia de la manifestación obrera cantando «La Internacional» ( En España, en pleno Franquismo).
En la casa de mis abuelos José y Anita, había tres hijos: Antoñito, Jaime y la «niña de sus ojos», la pequeña Pepita, que se fue demasiado pronto .
Desconozco los años que tenía cuando falleció.En cierta forma, ella seguía estando en el recuerdo de aquella casa vieja en la «Calle del Escribano» donde vivían. La misma casa en la que viví yo después gran parte de mi infancia.
Ella era «La tita Pepa», «Pepita Alicia» su nombre completo . Bajita, morena, agraciada... Tanto mi padre como mi madre nos la recordaban y la nimbraban como si estuviera allí ... Y así crecimos, casi con su presencia. Yo conservo aún en mi casa un baulito de madera pintado que le perteneció. .
En aquella época en la que a los hijos se les solía poner nombres de la familia, mis padres rompieron con esa tradición, salvo en el caso de mi hermana la menor, a la que mi madre insistió en llamarla como nuestra tía.
Sé cómo y por qué murió tan joven. Esa sombra sobrevolaba su recuerdo constante. A mí me hubiera gustado conoceros a todos ellos, pero la vida no espera, marcha a pesar de nuestros deseos.