A finales de octubre de 1998 visitamos los campamentos de refugiados saharauis. El verano anterior habíamos participado en la Campaña «Vacaciones por la Paz» y la vida nos bendijo con nuestra Layla.
Me impresionó tanto todo aquello que cambió mi concepto de la vida. Allí conviví con gente acostumbrada a la más absoluta pobreza , gente entrañable que nos trataba como si fuésemos algo suyo, parte de su familia y que compartió durante cinco días con nosotros lo poco que tenían.
Llevaban años en aquel trozo de desierto pedregoso del Sáhara argelino. Los mayores habían vivido el éxodo. Los más jóvenes sólo tenían el recuerdo de lo que les contaban sobre su tierra de origen y los más pequeños, habían nacido allí y sólo conocían aquello o si tuvieron suerte, lugares de acogida en otros países.
Casi toda la vida se concentraba en la jaima con suelo alfombrado, donde pasábamos la mayor parte del día. Me vistieron con la típica «melfa» de las mujeres saharauis , pintaron mis pies y mis manos con henna.Recuerdo cómo nos maravillaba el momento de preparación del té con su místico ritual : «el primero ...amargo como la vida, el segundo ... dulce como el amor , y el tercero... suave como la muerte»...
Visitamos la escuela, con sus paredes de adobe pintadas de blanco, la pizarra con un extremo roto, apoyada sobre una silla. Ojos curiosos nos miraban desde pupitres como los que tuve yo de pequeña. Y visitamos también a los otros niños y niñas que habían formado parte de aquellas «Vacaciones por la Paz» en Hinojos.
Una nube de niños y niñas revoloteaban alrededor cada vez que salíamos de la «jaima». Nos seguían alegres, con risas , nos curioseaban , nos tocaban el pelo, la ropa...y devoraban las naranjas que Antonio llevaba en el bolsillo.
De día hacía mucho calor, y normalmente, mucho viento que enarenaban los ojos. Por las noches, frío. Y aquella cúpula de estrellas sobre las cabezas... Nunca he visto cielo más hermoso.
Lloré cada noche, ya cuando nos quedábamos a solas tumbados sobre las mantas en el suelo en el habitáculo que prepararon para nosotros junto a la jaima. Sentía desolación, rabia e impotencia .En mi «mundo» de comodidades no había visto sonrisas tan generosas conformándose con tan poco .
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