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La memoria de las cenizas.



Antonio Medina García había nacido en Motril el 30 de Septiembre de 1909. Sus padres, tuvieron 5 hijos, y Antonio fue el único varón. Como tantos niños de familias humildes, dejó temprano la escuela, y comenzó a trabajar en la mina «La Pepita», en donde se extraía zinc. 

Motril en 1909

El auge de la demanda de minerales para la industria, produjo una increíble necesidad de mano de obra para trabajar en las minas o en la construcción de infraestructuras necesarias para su explotación. La presa de Motril o la mina «La Pepita» donde trabajó Antonio, dinamizó la economía y dio mucho trabajo en la zona.

Ya antes del golpe de Estado contra la II República, la movilización de los mineros andaluces era grande. Sus duras condiciones de trabajo desencadenaban huelgas y protestas contra los oligarcas y las empresas explotadoras, reivindicando mejoras en sus condiciones de vida, trabajo y salario. Antonio no dudó en protestar por ese régimen de semiesclavitud y se integró muy joven en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), llegando a ser cabecilla local del sindicato. 


En 1927 Antonio y Concepción Gómez Rubiño, también natural de Motril, se casaron en la popular iglesia de la Virgen de la Cabeza. De su unión nacieron cuatro hijos: Antonio, José, Francisco y Carmelina. Con ellos huyeron apresuradamente a principios de febrero de 1937, momentos antes de que las tropas italianas y el Ejército sublevado ocuparon la ciudad. Ambos eran militantes de izquierdas, comunista ella y anarquista él, por lo que no dudaron en unirse a las más de 150.000 personas que huían por la carretera costera buscando refugio en Almería. Allí fue donde se separaron.

Una de las cartas que conservan de Antonio Medina Garcia
(Archivos Familiares)

Antonio se incorporó al Ejército Popular de la República sirviendo en diferentes frentes, de derrota en derrota, pero con la moral intacta hasta alcanzar el Ebro.  Él le escribía a Concepción regularmente, por lo que ella supo de primera mano su paso a Francia a comienzos de 1939, tras la caída de Cataluña en manos sublevadas.

Concepción también conoció su terrible estancia en el campo de Argelès y su posterior incorporación a una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE), donde trabajó como minero en Aime (Saboya). Los CTE fueron una opción para muchos de los refugiados españoles, una forma de escapar a las duras condiciones de campos de internamiento franceses, donde apenas tenían cobijo e higiene, acosados por la extorsión de los guardianes y con la sola ayuda de las organizaciones de izquierda francesas. Allí estuvo hasta noviembre de 1942, fecha en la que los Aliados desembarcaron en el norte de África, y Alemania e Italia ocuparon la zona libre de Francia. En ese momento, Antonio, junto a una gran parte de los refugiados españoles, se incorporó a la Resistencia.

Cuadrilla de españoles en Aime, entre ellos podría estar Antonio Medina
(Foto de la familia Laplaza)

Se desconocen las acciones en las que Antonio participó, pero sí se sabe que un año después, el 1 de diciembre de 1943 fue detenido por la Gestapo en una operación de represalia contra la «Resistencia». Las fuerzas nazis rodearon las poblaciones de Aime, Maeot, Vilette y la aldea del Centro Commune de Montgiroud. Hicieron salir a todos los hombres de entre 15 y 65 años, y tras una exhaustiva verificación de la documentación, detuvieron a 18 franceses y 23 extranjeros. Todos los franceses, a excepción de uno, fueron liberados en los días siguientes mientras que la totalidad de los españoles fueron detenidos y trasladados a Royalieu-Compiegne, localidad desde donde partían los trenes con destino a los campos nazis.

Antes de ser detenido, Antonio mantuvo correspondencia con su esposa, su querida Concepción. En una de las cartas que aún conserva la familia, fechada el 20 de mayo de 1941, enviada desde Pont d'Ain, en la  región de Auvernia-Ródano-Alpes, en un tono desolador, pero respetuoso y pausado, Antonio le pedía disculpas por no poderla ayudar en casa en el cuidado de sus "inolvidables hijos", y que a pesar de que le recalca que él nunca tuvo pereza en buscarse la vida para que ella no tuviera que "importunar a nadie", se lamenta que  en sus circunstancias no podía hacer nada más. Estos sentimientos se acentuaban cuando las cartas no llegaban, llegaban con retraso o se perdían. El 4 de agosto de 1942,  esta vez en un tono desgarrador y a la vez apesadumbrado, Antonio les escribe su última carta. . 



Unos meses después,
el 17 de enero de 1944, junto a unos 120 prisioneros más,  Antonio fue introducido en un de los 17 vagones que formaban el convoy «I-170», para llevar a 1943 prisioneros.   Fueron introducidos como autentico ganado en vagones hechos para tal fin. La única explicación que se les dio fue que iban a trabajar a Alemania, pero nadie supo exactamente a donde.

En enero de 1944, Antonio Medina García dejó en las puertas de Buchenwald su nombre para pasar a ser el número «41300». Un traslado lo llevó a Baviera, a Hradischko. El de Hradischko (República Checa) fue un pequeño subcampo dependiente del campo de concentración nazi de Flossenbürg (Alemania), situado al otro lado de la frontera checa, cerca de Praga. Para abril de 1945, el III Reich se derrumbaba. Las tropas soviéticas avanzaban desde el este y la liberación era cuestión de días.

Tres días de sangre en Hradischko 


Alfred Kus, comandante del campo de concentración de Hradischko
en abril de 1945

El 8 de abril  de 1945 las SS desataron en Hradischko  toda su demencial ferocidad.  De camino al sector de trabajo, abrieron fuego  sobre las espaldas  de los prisioneros. La escena se repitió los días siguientes. Los muertos, de todas las nacionalidades, fueron  llevados a  incinerar al crematorio de Praga. Los nombres de estás últimas víctimas de Hradischko, y sus cenizas, se identificaron gracias  al encargado de incinerarlos: František Suchý tomó nota de cada muerto,  y enterró con cuidado cada urna con la idea de  mitigar el dolor de las familias.  El 23 de abril las tropas rusas liberaron el campo.

Tres de los seis asesinados en Hradischko, cuyas cenizas han sido recuperadas:
Antonio Medina (izqda.), Ángel Lekuona (dcha. arriba) y Enric Moner (dcha. abajo)

Pero de esto Concepción ya no tuvo conocimiento. Concepción vivía en unas duras condiciones en España. Viuda no reconocida, con cuatro niños y estigmatizada por su militancia comunista que le impedía obtener trabajo, vivió en continua precariedad y siempre bajo la amenaza de una detención inminente. Tras dos años sin noticias de su marido, en diciembre de 1945, decidió escribir a la Cruz Roja Internacional solicitando información sobre su paradero. Tres meses más tarde recibió la trágica noticia de su muerte, fusilado por los nazis en un campo de concentración checo.

La España de Franco, aliada de Hitler hasta su derrota final, no solo ignoró sino que trató de ocultar la historia de los más de 9.300 españoles y españolas deportados a los campos de concentración nazis

(Fuentes: Todos los Nombres, testimonios familiares de su nieta Concepción Medina,  Deportados.es, Arolsen, El Diario,Mémoires de Guerre, Público)



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