Mi memoria ha borrado las fechas, pero no las vivencias...Madrugada de octubre...
Hoy sé que mi madre era una mujer admirable.
Lo buena que era. Lo guapa que era. El buen gusto que tenía para todo. Como le gustaba arreglarse... La dedicación a sus hijas y luego a sus nietas. Como cocinaba, los vestidos que nos hacía, lo «moderna» que fue siempre en todos los sentidos. Con ella se podía hablar de casi todo y todo podía entenderlo.
A veces parece que la escucho o que la tengo detrás de mí cuando cocino dándome instrucciones (la cocina para ella era todo un «arte»). En otras ocasiones me parece que me dice «eso no»... o «tranquila»... Yo la siento. Me gusta sentirla.
Conservo su reloj y lo cojo como un amuleto (yo, que no soy nada supersticiosa) para que todo salga bien. Mi Sara lo llevó puesto en su examen de Oposiciones.
Lamentablemente hay una imagen suya que nunca se me va. Aquella noche y aquel «¡Ay, mis niñas!» . Me dejó muy tocada, lo reconozco. No acabo de superarlo. Y a veces lloro, pero no se lo digo a nadie.
Lo que disfrutaría viendo a sus nietas tan mayores y tan bonitas. Le apenaba que «su Afri» estuviera sola...A nuestra Amanda no llegó a conocerla.
La echo de menos. Mucho. Sé que a ella le gustaría saberlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario